Hace unos años, Eugenio tuvo una idea. Después de mucho moldearla, decidió cocinar su cerveza y abrir su propio brewpub. Caminó por Ensenada y un encontró un local en ruinas, entre el Starbucks y el Oxxo. Después de meses de trabajo de limpieza y reacondicionamiento, montó su equipo casero y empezó a preparar sus primeros micro lotes de 20 galones, cada dos días, en medio de una obra gris.
“No tenía feria para remodelarlo y hacía lo que fuera para juntar dinero y poder abrir mi bar de cheve. Por ejemplo, durante el Carnaval de 2012, llené el local con baños portátiles y los rentaba para toda la raza que andaba por ahí viendo los desfiles en la fiesta”.
Aunque la producción era mínima, los amigos y familiares de Eugenio compraban todo lo que se hacía.